El entorno económico
El PIB en términos reales creció en 2018 un 2,6%, casi medio punto menos que el año anterior. La tendencia dentro del año, en términos interanuales, fue a la baja tras el crecimiento relativamente estable que se observó en 2017. El empleo total, medido de acuerdo al número de ocupados equivalentes a tiempo completo, siguió una trayectoria similar, aunque con un pequeño repunte a final de año, y cerró 2018 con un incremento del 2,5% frente al 2,9% de 2017. La desaceleración de la actividad se explica, fundamentalmente, por la evolución de la demanda externa que restó cuatro décimas al crecimiento.
Los indicadores de coyuntura que se construyen a partir de la información declarada a la AEAT por los contribuyentes abunda en el diagnóstico anterior. Las ventas de las Grandes Empresas no financieras corregidas de calendario y deflactadas, crecieron en 2018 un 3%, siete décimas menos que en 2017. En el primer trimestre de 2018 se mantuvo un crecimiento cercano al del final del año anterior, pero a partir del segundo la desaceleración se fue acentuando. Las ventas interiores también mostraron moderación, aunque menos intensa, y fue en las ventas al exterior en donde más se notó la desaceleración: en el primer semestre del año crecieron de manera relativamente estable en el entorno del 5%, mientras que en la segunda mitad del año el crecimiento se redujo cerca de 2 puntos.
Otro de los indicadores de origen fiscal es el número de perceptores de rendimientos del trabajo en las Grandes Empresas, que aproxima la evolución del empleo asalariado. En 2018 creció un 3,1%, medio punto por debajo del aumento estimado para 2017, continuando así con la trayectoria decreciente que sigue esta variable desde mediados de 2017.
Asimismo, los afiliados a la Seguridad Social aumentaron por debajo del registro anterior (3,1% en 2018 y 3,6% en 2017) y con un perfil coherente con el resto de indicadores reales: leve desaceleración a comienzos de año y más profunda según avanzaba el mismo.
Para el análisis de los ingresos las variables que hay que tener en cuenta son las nominales, que incluyen el efecto de los precios. En 2018 éstos crecieron a un ritmo similar al de 2017. En general todos los indicadores presentaron crecimientos próximos a los del año anterior, en particular los relacionados con el consumo. Es el caso del deflactor del gasto en consumo final de los hogares (1,6% en 2018, igual que en 2017) y del IPC, tanto en el índice general (1,7% y 2%, respectivamente) como en el calculado sin alimentos no elaborados ni productos energéticos, que creció dos décimas menos que en 2017. Dentro del año, como sucedió en 2017, la evolución de los precios estuvo marcada por el comportamiento de los productos energéticos. En 2017 el repunte de estos precios se produjo en la primera mitad del año para relajarse posteriormente; en 2018, en cambio, las subidas se concentraron en la segunda mitad del año. En media anual la subida en los dos años fue, como en el resto de indicadores, aproximadamente la misma.
Los agregados macroeconómicos más relacionados con la evolución de los ingresos son la demanda interna a precios corrientes y la remuneración de asalariados. La demanda interna creció un 4,5% en 2018, con una desaceleración de dos décimas respecto a 2017, ligeramente inferior a la que mostró el PIB real. Por su parte, la remuneración de asalariados aumentó seis décimas más que en 2017, hasta el 4,1%. En un entorno de crecimientos más moderados del empleo, el aumento de la remuneración se explica por el incremento de los salarios medios que, tras años de estancamiento, empezó a remontar a finales de 2017 y en 2018 se consolidó, especialmente tras la subida de salarios públicos aprobada a mitad de año junto con los Presupuestos.